OPINIÓN: De piña y ambiente

Por: Luis Felipe Arauz Cavallini
Ministro de Agricultura y Ganadería 

El artículo 50 de la Constitución  Política plantea el necesario equilibrio entre el ambiente, la gente y la prosperidad de la sociedad como un todo. En materia de agricultura debemos buscar esos equilibrios, en un escenario marcado, desde hace años, por la conflictividad entre ambiente y producción, por una cultura de descalificación mutua entre ambos sectores. Lo anterior se manifiesta con toda claridad en el caso de la piña. Mientras los productores hacen ver el impacto positivo del cultivo, grupos ambientalistas enfatizan los aspectos negativos asociados a la producción de piña.

Beneficios de la actividad piñera

La actividad piñera genera un gran beneficio económico al país. Un reciente estudio del INCAE indica que esta actividad generó en 2015 alrededor de 65.000 millones de colones. El aporte en impuestos y pago a la seguridad social (cuotas patronales) de la actividad equivale a 17.721 millones de colones. En cuanto al beneficio social, el estudio del INCAE, que analizó una muestra de 51 fincas, indica que la actividad genera 48.000 empleos (32.000 directos y 16.000 indirectos), y que el salario promedio de los trabajadores agrícolas en piña es 6% mayor que el salario mínimo de ley.   Curiosamente, un estudio de Oxfam, basado en solamente tres fincas, indica que los salarios son inferiores al salario mínimo de ley.

Problemas y soluciones

En cuanto a los aspectos ambientales negativos, se señala la recurrente detección en acuíferos del herbicida bromacil, utilizado extensamente en el cultivo de la piña, lo cual ha causado protestas de la ciudadanía y motivado cuantiosas inversiones estatales para proveer agua potable a poblaciones en cuyos acuíferos ha aparecido este herbicida. Si bien en muchos casos los niveles encontrados han sido menores a los tolerados en agua potable por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, en Costa Rica la tolerancia para este herbicida en agua potable es cero. En estas circunstancias y considerando el potencial de lixiviación de esta sustancia, la extensión en que se usa y las condiciones climáticas de las zonas productoras de piña, este gobierno tomó la determinación de prohibir el uso de bromacil en el país.

Otro impacto atribuido al cultivo de la piña ha sido el cambio de uso de la tierra, cambiando bosques por cultivos. Ha habido frecuentes denuncias ante el Tribunal Ambiental, y más recientemente un estudio solicitado por el MINAE sobre cambios en el uso de la tierra en paisajes productivos. Este último estudio muestra que alrededor de 5.500 hectáreas que estaban bajo cobertura boscosa en el año 2000 hoy (datos 2015) están sembradas de piña. Lo que no demuestra ese estudio es que fuera la actividad piñera la causante de la deforestación pues en esos 15 años pudo haber otra actividad anterior a la piña. Tampoco diferencia bosque natural de plantaciones (cultivadas con el fin de cortarlas y aprovechar la madera). A pesar de las limitaciones señaladas, este aspecto debe analizarse cuidadosamente, y el MINAE hoy cuenta con una plataforma digital que le permitirá una mejor vigilancia sobre cambios de uso de suelo forestal, y así atender denuncias de manera transparente, objetiva y documentada.

Un tema ligado principalmente pero no exclusivamente a la producción de piña es la proliferación de la mosca del establo (Stomoxys calcitrans), mal llamada mosca de la piña. Esta mosca en su etapa adulta se alimenta de sangre de bovinos, equinos y otros animales, pero se reproduce y pasa sus estados larvales en materia orgánica en descomposición. En las zonas piñeras, la fuente de materia orgánica más abundante es el rastrojo que queda cuando se derriba la planta de piña luego de la cosecha, el cual se convierte en un material idóneo de cultivo de esta mosca. También se puede reproducir en otras fuentes de materia orgánica como podas de árboles, pasto cortado, estiércol u otros.  El trabajo conjunto de diferentes dependencias del MAG (Extensión Agropecuaria, INTA, SENASA y SFE) ha permitido ubicar el origen de los brotes --la mayoría a partir de derribas de piña pero otros asociados a las otras fuentes-- realizar intervenciones fuertes en fincas de piña y atender a los animales afectados. Al respecto, recientemente un ganadero protestó contra la piña en Casa Presidencial, aduciendo problemas de moscas. La protesta llamó la atención sobre un problema real que aqueja a los ganaderos, aunque el brote de mosca en la finca de este productor no estaba relacionado con piña, sino con restos de podas de naranja de una finca aledaña. Además existe un protocolo obligatorio para las fincas de piña, de manejo de rastrojos para evitar la proliferación de este insecto. Si no lo cumplen se exponen a sanciones como la prohibición de derriba, lo cual impide que el área cosechada pueda ser sembrada de nuevo, con el consecuente perjuicio económico. Si la situación lo amerita se puede dictar una moratoria de derriba para todas las fincas de una determinada localidad, como se está haciendo en estos días.

En el mediano plazo, se tienen ya  algunos agentes de control biológico de la mosca, cuya eficacia dependerá de que se usen a nivel regional.

Finalmente, debemos buscar formas de utilizar y darle valor a las 200 toneladas de rastrojo por hectárea por año. Hay opciones con diferente grado de desarrollo, no necesariamente excluyentes: alimentación animal, abono orgánico, energía, fibras, y productos químicos especiales como la bromelina.

Ruta hacia la sostenibilidad

La solución propuesta por el sector ambientalista es una moratoria a la expansión del cultivo.  Creo que esto no soluciona los problemas apuntados. ¿Prohibimos el crecimiento una actividad que genera miles de empleos y de recursos al país? ¿O lo controlamos y resolvemos sus problemas? La pregunta cabe para cualquier actividad humana que impacte el ambiente, incluyendo, por ejemplo, el uso de vehículos automotores. En cualquier caso, la solución a los problemas pasa por un dimensionamiento correcto de los mismos, que no sean sobredimensionados por unos o trivializados o negados por otros.


Desde 2011 el MAG ha venido promoviendo, junto con el PNUD, las universidades y el sector privado la Iniciativa Nacional para la Sostenibilidad Piñera, que busca resolver los problemas anotados. Esta iniciativa desarrolló un plan de acción que fue oficializado por esta administración mediante un decreto. Creemos que es la ruta a seguir; sin embargo ha recibido críticas de ambientalistas (la consideran “tibia”) y de productores (la consideran una intromisión inaceptable del gobierno). A pesar de ello no me desanimo, pues considero que debemos de continuar trabajando en la búsqueda de las soluciones. Estas no siempre son fáciles y pueden ser duras, pero necesarias para garantizarle al país que la producción y el ambiente no solo pueden coexistir sino que se deben complementar, y que se puede seguir generando empleo y bienestar sin dañar nuestro capital natural.

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